La Señora.
Le empece a disparar flores,
y la luna mal vestida
me daba la espalda,
con sus cabellos de raya
y manchados de tinta negra.
Su cuerpo mal hecho, desecho,
como arbol marchito,
se pintaba sobervio
y lentamente fino.
Sabiendo su desaliño seductor,
su facha engañosa
y su andrajo fascinante,
altiva, nunca miraba de frente.
Le empece a disparar flores,
y la luna mal vestida
me daba la espalda,
con sus cabellos de raya
y manchados de tinta negra.
Su cuerpo mal hecho, desecho,
como arbol marchito,
se pintaba sobervio
y lentamente fino.
Sabiendo su desaliño seductor,
su facha engañosa
y su andrajo fascinante,
altiva, nunca miraba de frente.
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