11.12.05

La Señora.

Le empece a disparar flores,
y la luna mal vestida
me daba la espalda,
con sus cabellos de raya
y manchados de tinta negra.

Su cuerpo mal hecho, desecho,
como arbol marchito,
se pintaba sobervio
y lentamente fino.

Sabiendo su desaliño seductor,
su facha engañosa
y su andrajo fascinante,
altiva, nunca miraba de frente.