23.6.08

Déjame masticarlo...



Orlando González Esteva dice en su ensayo “Elogio al chicle”, que mascar chicle puede estimular la memoria y la capacidad de pensar, y que el pueblo cubano masca chicle respondiendo a un mecanismo inconsciente de compensación destinado a corregir una falla nacional, y con falla se refiere a la falta de memoria histórica que tienen los cubanos. Como si mascar chicle tuviera la función de hacer a la gente recordar. Cosa con la que no estoy totalmente de acuerdo. Puede ser que él tenga razón, pero por más que veo mascar chicle a los tijuanenses (porque aquí cualquiera masca chicle) no veo que recuerden mucho sobre la historia de la ciudad.
Creo que esto de mascar chicle no le funciona a los habitantes de Tijuana porque para recordar algo primero hay que haberlo vivido o conocido, y la población tijuanense por lo regular se interesa más en trabajar y divertirse que en conocer. Para muestra de esto sólo hay que comparar el número de visitas que obtiene un centro de información histórica con las de alguna plaza o centro comercial.
Aunque realmente los tijuanenses no tienen mucho que recordar en comparación con los habitantes de otras ciudades, pues la ciudad es relativamente joven y todo lo que la gente conoce sobre Tijuana es casi siempre el mito o la imagen externa.
Poco nos importa conocer la verdadera historia de esta parte de la frontera como dice Humberto Félix Berumen en su libro “Tijuana la horrible”: Poco importa si a la postre la imagen que de ella deviene corresponde o no con la realidad social que le diera origen. Es escasa la gente que realmente se interesa en investigar sobre la historia de Tijuana y creo que un factor que influye (aunque no el principal) es que es rara la gente que realmente nació en esta ciudad; y la mayoría de la gente que vive en Tijuana prefiere acordarse de su lugar de origen que ocuparse de la historia de una ciudad, que sueña, sea tan sólo un trampolín y que ve como ajena.


Tijuana sí tiene historia, y el que no la conozcamos a fondo, no significa que no exista. Pregúntenle a los Kumiai, que fueron unos de los primeros pobladores de la ciudad. Aunque quién sabe si puedan, ya que para cuando decidan preguntarles, lo más probable es que no exista ni uno sólo. Y qué decir de las mascachicle profesionales (logo no oficial de Tijuana), las mujeres de la Zona Norte, que no son la cara más bella de nuestra ciudad pero sí son parte de la historia, la llevan en la sangre, en el ADN. Tal vez si masticáramos el chicle que ellas tiran, aprenderíamos un poco sobre nuestra ciudad, y sin importar los tiempos. Porque mucha gente ni siquiera conoce el presente, mucho menos el pasado (¿o viceversa?). Lo que si se sabe es que todo cambia, menos ellas y su ubicación.
Así que nos toca a nosotros los hijos de esta ciudad hacer crecer la historia y conocer la que ya está. Hasta entonces podremos mascar chicle y recordar.

1 Comments:

Blogger Augusta II said...

Hola Patricia.

Gracias por tu comentario en mi blog. Me honra que quieras poner mi Chica Chicle en relación a esta entrada.

Qué buen artículo. He de dedcirte que la despreocupación por conocer la historia de la porción de planeta que nos rodea está bastante extendida por todo el mundo. A poca gente le interesa conocer la tierra donde vive o donde nació.

A poca gente le interesa conocer nada.

Gracias por la información que das en el ensayo, que a mí particularmente me motiva a conocer más sobre Tijuana, un lugar donde nunca he estado pero que no deja de llamar mi atención.

Viendo tu blog me parece increíble, que tú en Tijuana y yo en Madrid, tengamos tantas cosas en común.
(Me alegra que te guste Bukowski)

Te pongo en mis links.

Salu2!

23.6.08  

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